TREN ÚLTIMO
Me está lloviendo ausencia por el pecho,
negra como esta noche de noviembre
cuando, insomne, en mi lecho de hojas secas
escucho el eco triste de la muerte.
Desnudo y solo, me atormenta un agua
que mana en el olvido mansamente
y sé que no hay palabra que interrumpa
la soledad que a mi destino viene.
Su fría desazón me empapa dentro,
por no sé qué agujeros me trasciende
de huellas otoñales como lágrimas,
entre mi sangre goteando urgente.
La noche es como un perro que me ladra
lejos, ahora, con su aullido fúnebre
de ciega rabia, de imposible vida,
esperando el amor que nunca vuelve.
Y el viento arrastra un llanto en fina lluvia
que late nocturnal por los andenes
de la estación de todos los adioses,
donde espero que el tren último llegue.
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