ADIÓS TEMPRANO AL HIJO
El alma se me escapa en el pañuelo
que agita su señal de despedida
por el andén que marca la partida,
puntual en urgente desconsuelo.
Adiós: te vas con la inocencia en vuelo,
hijo, a tu suerte por la libre vida
mientras tengo la lámpara encendida
por si regresas, pródigo, a mi anhelo.
Pero aunque olvides el camino -acaso,
ahíto de venturas o fracaso-
que llega hasta el umbral de nuestra casa,
o, si al volver no estoy, hijo, la puerta
de día y noche ha de quedar abierta
por ver que tu cariño la traspasa.
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