DESAMOR VERANIEGO
Si el día que te ví sobre la arena
no me hubiere dirigido a hablarte,
y si no hubiere decidido acompañarte
nunca me habría embargado esta pena;
si se dignaran a escuchar mi llanto
las altas palmeras, y aguas cálidas;
y si, al fin, tu blanca tez pálida
se apiadase y me mirase con quebranto,
la felicidad volvería a mí,
la dicha cautivaría mi vida,
estaría satisfecho por vida,
pues sé que tú estás hecha para mí.
Lágrimas por miles he derramado
intentando comprender en qué fallé,
quizá demasiado bien me comporté
y no mereces lo que por tí he llorado;
mas no puedo olvidar esos momentos
en que felices hemos sido juntos,
y, si en tu vida solo he sido un punto,
en la mía tú de cien eres ciento.
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