Su voz cristalina es un címbalo
que arrulla a los jilgueros
en la ciudad arcaica.
En la bella Culiacán surcada por las aguas,
la noble estirpe latina
esta intacta en su alma.
Tiene anhelos que habitan
las oquedades del viento,
las fragancias de jazmines,
el tañer de las guitarras.
Quererla es amar la brisa,
el fragor del Orizaba,
las águilas, los confines,
la inasible luz del fuego,
y el bálsamo meloso de tu piel mejicana.
En la América ístmica
sus vergeles florecen,
su esencia cobija aromas de azahares
y añoras madrigales en los atardeceres.
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