Es la muerte el único tesoro que guardo, mi único amuleto,
La muerte sin temores, ni prejuicios, sino como un vientre, o una matriz,
Que me gestara milésimas de segundo y será un parto cósmico, mi muerte,
Donde ya no seré, con mis miserias, un haz de luz nervioso,
y todo el cosmos será dentro mió,
Y por fin, de una vez por todas, Dios ya no será invisible, ni mudo,
Ni metáforas, ni temores, ya no será fanatismo,
Ni será. Disciplina, o mejor dicho, ya no será necesario Dios,
Para que la vida en todas sus formas, y donde sea continúe,
La muerte, mi misterio preferido,
Mi otro extremo de la vida, no he sido buen alumno
Cuando me enseñaron a temerte, tampoco es que te anhelo,
Ni quiero que te des prisa, serás en una tarde plomiza,
De viento calido y seco, agenda por favor ese día
“Llevar a Leonardo al infinito”
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Este poema participa en el III Concurso de Poesía "Corazones Lateversos"
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