A la luz cereal de esta mañana
vuelvo al lugar antiguo y por el pecho
siento tocar a misa una campana.
Se viene el corazón, por lo derecho,
a su ración de tierra soñadora
donde ayer tuvo lecho y tuvo techo.
Y la canción se me hace trilladora
de una mies imposible de otra era
y su recuerdo, siempre, me enamora.
Que el alma se me vuelve jornalera
de andar entre lo humano y lo divino
espigando en la vieja rastrojera.
Pero sé ya que no mueve molino
el agua aquella que se fue, pasada,
rumorosa de riego a su destino.
Se llega por la senda acostumbrada
al surco, al beso, a Dios, a lo primero
que nos puso la vida en la mirada.
O nos devuelve el tiempo pasajero
al mismo andén feliz en que otro día
levantamos un vuelo aventurero.
Y estoy por la cosecha vuestra y mía
si al ir dándole vueltas a la noria
repaso mi lección de geografía.
Así voy con mi pena y con mi gloria,
bajo un sol amarillo de acarreo
por el campo que tengo en la memoria.
O madrugo en la frente un laboreo
del huerto aquel “del monte en la ladera”
donde si busco a Dios ya no le veo.
Me voy por la bendita sementera
-casi luz, casi sombra, casi olvido-,
a una tarde lluviosa en primavera.
Aquel agua de amor cuyo sonido
repica dulce por mi sangre y dudo
si estoy por lo ganado o lo perdido.
Porque vuelvo a la paz, retorno, acudo
a la señal de un mágico convite
y vengo a la besana y os saludo.
Regresa el corazón y se repite;
como el niño que fui, voy por la aldea
jugando, alegremente, al escondite.
O soy, por la pasión que me rodea,
mozo otra vez que ronda una ventana
y aunque la novia esté ya no me vea.
Amigos de mi vida más temprana:
de estar a vuestro lado, en la querencia,
a la luz cereal de esta mañana
mi corazón ya tiene residencia.
(poema fuera de concurso)
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