EL GUARDA DEL CEMENTERIO
Saltando sobre fatuas promesas,
el guarda observa con brillos,
en sus ojos grandes y oscuros,
el movimiento de las alas de un grillo.
Su chepa encorvada le empuja,
hacia la última cruz del podrido,
triste, feroz y perdido
cadáver del desconocido.
Y se mete en el viejo panteón,
se arrastra como astuta culebra,
desentierra a la joven condesa,
la desnuda, la penetra, la besa
Sale saltando y gritando,
A sus ojos vuelve aquel brillo
Y se funde en las sombras de la noche,
Chepudo, mutilado, podrido.
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Este poema participa en el
I Concurso de Poesía "Corazones Lateversos"
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