La edad madura llega,
cuando la amplitud de la mente va menguando,
y la cintura ensanchando.
Son dos cosas que a la par,
van cambiando poco a poco,
sin poderlo remediar.
A lo largo de esta vida,
llegan oportunidades que nosotros nos guardamos,
casi, casi, en el olvido sin saberlas valorar.
Cuando de jóvenes vivimos, casados, en un hogar,
no paramos de hacer cosas,
aunque haya que trabajar;
hacemos muchas chapuzas
por adornar el lugar,
guardando en un trasterito
lo que nos suele sobrar.
Se van pasando los años
y un día limpiando el cuarto,
tiramos a la basura
las sobras que allí guardamos.
Lo inútil en esta vida
es eso que os he contado,
pues cuando nos hizo falta,
algo de lo que allí había,
ya lo habíamos tirado.
La experiencia es una gran cosa
que nos permite reconocer,
un fallo ya cometido
si lo volvemos a cometer.
Hay tantas cosas en la vida
que cuando llegamos a esta edad,
descansando en un sillón,
nos ponemos a pensar
en todo lo que hemos hecho,
si está bien, o si está mal.
Lo que creemos bien hecho,
el Señor lo premiará,
y lo que no esté tan bien;
Él también lo juzgara.
(poema fuera de concurso)
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