No era su taimada mansedumbre
Afuera del redil y su apetito
Caprichoso y abierto a la ambrosía,
Dócil oveja y puede que renil
-De machorra o castrada, ver el DRAE-
Ajena por costumbre a la utopía,
Rumiante de la duda y, más aún,
Negra como la noche y sin color.
Porque una oveja así en su descarrío,
Bellaca, astuta y más que licenciosa,
Se ha rascado en muchísimas esquinas
Donde la pena cunde y, en los ojos,
Le cabe el mundo de canela en rama
Y no hay farola ya, no abrevadero,
Que le niegue sus luces tabernarias.
En el amor, al filo de un tatuaje
Por su piel sobresale un laberinto.
De todas mis ovejas conocidas
-Negras, rebeldes, extraviadas- ésta
Me deja un abandono, un no me busques,
Franqueada la puerta de la noche
Que es abismo y es una margarita
Deshojada y fatal con sus augurios.
Y no interrogo al cielo si no encuentro
Techo a mi soledad y desamparo.
Por falsas autopistas, navegante,
Por los yermos de grama y de cardenchas,
Por los cien pubs malditos a extramuros,
Por las vías del tren, frías y heroicas,
Por el río regando avena loca,
Por la maleza urbana, esquina a esquina,
Por los pastos del éxtasis y el sueño,
Por los lechos de tul prostibulario...
La busco entre la muerte, isla única
De sal y pavoroso territorio.
Dulce mi amada oveja negra, huída
Como se va al olvido o a los puertos.
(poema fuera de concurso)
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