XIX
Trepando por las hebras nocturnas de mi pelo
tu boca engendra
un remolino de mariposas profanas,
pequeñas mariposas de saliva y silencio,
y los embates de mis caderas quiebran tus muros,
las ásperas fortalezas que circundan
tu corazón sorprendido,
tu pulso que asciende como un grito
sobre la blancura resignada de unas sábanas ajenas.
Es entonces cuando yo suelto mis pájaros
y la belleza te atrapa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario