Nunca dejamos de querer
Siempre corro tras la noche desnuda de caricias,
la tomo, la hago mía
y, sigue sin vida haciéndome sufrir el vacío de la pesadilla,
con que su oscuridad me envuelve en distancias infinitas.
Planeo sobre los instantes de un tiempo incierto,
entre millones de remordimientos que alarman inquietos,
vuelo y siento el sufrimiento de los cuerpos.
Ruego e insisto, me esfuerzo y grito,
pero vivo sintiéndome muerto desde la lejanía de los suspiros,
el calor de su aliento,
el colmarme de sentimientos que si no siempre fueron gratos,
los comprendo y quiero
al hacerme el daño preciso para seguir queriendo.
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Este poema participa en el III Concurso de Poesía "Corazones Lateversos"
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1 comentario:
Fantastico..sin más
Teresa M.
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