la mar en su dulce e incauta soledad,
arrastra corazones sin pena ni piedad,
arrojando su furia con lágrimas de sal,
la mar llora, llora y vuelve a llorar,
y aquellos marineros comienzan a desesperar,
perdidos se encuentran en la mar,
con el único anhelo de volver a soñar...
Vuelven y vuelven a intentar soñar,
pero su intento cesará,
porque por siempre,
su dueña será la mar.
Vanessa Herrera Díaz

Este poema participa en el III Concurso de Poesía "Corazones Lateversos"
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