Estaba en el sonido del tiempo.
Me miraban las sillas como si una guitarra
acercara sus dedos a la tierra cocida.
Yo quería bajar a las manos secándose.
Y allí,
sin ventanas ni cercos encontraba
tu estatura posible,
el color arropado de tu nombre
saltando entre las piedras.

Este poema participa en el III Concurso de Poesía "Corazones Lateversos"
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