Era la siesta,
la humedad del fangal,
los sueños claros,
la arena, los castillos con duendes ancestrales
los chicos fumando detrás de la araucaria
y la noche milagreando esperanzas.
Ahora no hay siestas, ni sueños de fangales
tampoco duendes de arena o de araucarias
la noche se nos viene
maravillosamente trágica
por la calle dolida
donde se caen de a poco las palomas
empecinadas en marcar la vida.
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Este poema participa en el
III Concurso de Poesía "Corazones Lateversos"
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