Estábamos muertos –o algo peor–
y amortajados en el centro urbano de tu sofá-cama.
Olíamos como huelen –en algunas ocasiones–
los muertos. Nos besábamos
como se besan los muertos.
Aullábamos como aúllan
–en noches de cuarto menguante y luna llena–
los muertos.
Muertos, muertos, muertos, moribundos muertos sanos.
Vigorosos muertos.
Las resacas nos ponían así.

Este poema participa en el
III Concurso de Poesía "Corazones Lateversos"
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